jueves, 3 de octubre de 2019


LA CITA

Una llamada,
después, una hora fijada
y el encuentro.

En mi mente conservaba tu mirada
sueño hecho realidad y fantasía.

Dudé de tu memoria y de mi suerte,
cinco minutos después de que el reloj
rebasara el momento soñado.
Sudoroso, sentí un miedo atroz
por si el olvido... ¡Pero no!
Apareciste tal como te imaginaba.

Vestida de azul como muñeca,
reluciente el aderezo en el cuello,
el pendiente, diminuto y brillante
en el lóbulo de la oreja,
adorno floral en el pelo que olía a primavera.

Rocé con los labios
tus mejillas, pretendiendo no desmontar
el altar de mi devoción.
Surgieron imperfectas
las palabras de un temario
varias veces ensayado y creí notar
en tus ademanes,
que te agradaba mi bisoñez
y mi atropello.

Tarde de luz iluminando todo.

¡Bello cielo!

Subía con fuerza
la sangre por mis venas,
golpeando las sienes
cada vez que me nombrabas.

Se iban construyendo ilusiones
al mismo ritmo que la conversación
me envolvía con el trino de tu voz.

¡Tarde feliz! ¡Primer encuentro!

Por una imaginaria escalera,
¡pude tocar el Cielo!


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