domingo, 1 de marzo de 2020


EL YANTAR DE MÍO CID
Revista gastronómica
GUÍA MICHARLYN

RESTAURANTE EL FIGÓN DE ARÉVALO . ARÉVALO (ÁVILA)

Es Arévalo, una ciudad que rebosa encanto. Con su casco antiguo declarado bien de interés cultural, destaca por poseer una gran cantidad de palacios e iglesias con el denominador común de estar construidos en el estilo arquitectónico llamado mudéjar castellano. Son dignos de mención también, el Arco de Alcocer, su castillo y la Plaza de la Villa que conservan la fascinación de otros tiempos: tiempos en los que contó con vecinos tan ilustres como Isabel  de Castilla o, años más tarde, con san Ignacio de Loyola. La historia de Arévalo, capital de la Moraña, es prolija en acontecimientos importantes, pues fue aquí donde se ratificó el Tratado de Tordesillas. Este y otros muchos sucesos históricos nos fueron gentilmente recordados en nuestras visitas al Museo de Historia de Arévalo y al Centro de Actividades del Mudéjar.

Poder visitar una ciudad y gozar de sus encantos arquitectónicos y gastronómicos en días de entresemana, es un placer reservado casi exclusivamente a jubilados, ya que el número de turistas escasea y hace que no te sientas agobiado por el personal y que la atención que recibes en los restaurantes tenga la eficiencia y el sosiego que uno desea.

Informados por las excelentes referencias que del restaurante "El figón de Arévalo" habíamos recibido, nos dirigimos a comer en él y, ciertamente, no quedamos defraudados.

Con la idea preconcebida de probar sus asados, y al ser cuatro los comensales, nos inclinamos por pedir dos raciones de cochinillo y un cuarto de lechazo. Eligiendo para abrir boca, unas croquetas caseras y una ración de "matrimonios" (anchoa sobre boquerón) que fueron más que suficientes. Solicitamos acompañar a los asados con una buena ensalada. La opinión que nos produjo degustar estos manjares fue inmejorable. Las raciones fueron generosas y se apreciaba el sabor que las carnes recibieron en el horno de leña. Para maridar estos asados, nos decantamos por un RESALSO roble 2018, que como muchos sabréis, es un tinto de la Ribera del Duero de las bodegas de Emilio Moro.

Tuvimos que hacer un esfuerzo (hay penitencias mayores) para tomar de postre un Ponche Segoviano, una torrija con confitura de naranja y un exquisito flan de queso; todo ello compartido.

                                                                                                                                                                         A lo largo del ágape, nos sentimos muy bien atendidos y, finalmente obsequiados, con un chupitos de cuidada presentación. El emplazamiento del Figón, lejos del casco histórico se puede considerar positivo, toda vez que el paseo de regreso para recoger el coche facilitó la digestión de tan consistente comida

Como el precio estuvo acorde con la calidad de los platos pedidos, recomiendo este restaurante si tenéis pensado desplazaros a conocer esta bella ciudad castellana.

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