jueves, 29 de octubre de 2020

 .

.PASAJES DE " LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (72)

CAPÍTULO V

El tío Caparras


 ........................................

―Usted sigue tan ocurrente como siempre, don Constantino. Aunque nos cueste trabajo entenderlo, las enfermedades y penalidades de este mundo forman parte de la Divina Providencia y son un medio frecuente que el Señor emplea para que tomemos conciencia de nuestra fragilidad humana, y así recurramos a Él con mayor fervor, solicitando su ayuda. ―Hizo una pausa para cambiar de conversación―. Pero no he venido a hablar de enfermedades; simplemente ha ocurrido que pasaba por aquí y me he dicho: voy a echar una parrafada con el amigo Tino.

―Mire, don Matías ―se sinceró el abuelo―, hay un dicho de Topas que reza así: «Si un cura pregunta por ti, o quiere limosna o te vas a morir». Como de lo primero ya me encargo de que Petra rellene el cepillo, no me cabe duda de que estoy asistiendo a la última representación del verano en este pueblo. Desde que murió la Macrina y luego con mi enfermedad, he tenido mucho tiempo para pensar y noto que el tiempo se me acaba. Ya tengo dicho a mi hijo que en cobrando la paga de este mes, disponga lo necesario para encargarle a usted unas gregorianas para el bien de mi alma.

―Pero, ¿quién está pensando en morirse? Por favor, don Constantino, no sea tan agorero. Todavía tiene usted mucha salud y mucho que decir.

―Gracias por los ánimos ―respondió el abuelo―. Usted como cura no tiene precio, pero como médico tiene mal ojo. Cada uno se puede creer lo que quiera, pero yo cada día noto que tardo menos tiempo en orinar y más tiempo en comer; prueba de ello es que va por el tercer agujero que me han tenido que hacer en el cinto, para no ir perdiendo los pantalones por el camino.

―A veces se pasan malas rachas. Yo mismo ―dijo don Matías en tono comprensivo― tengo durante días un ardor de estómago que me impide comer, y por si fuera poco, he de consumir el vino consagrado, con lo que me retuerzo de dolor y se me pone un humor de perros; pero luego, gracias a Dios, tomo un poco de bicarbonato y todo vuelve a la normalidad.

―No compare su edad con la mía. Yo a su edad… Yo a su edad… bueno, en otra ocasión le contaré en qué me divertía yo a los cuarenta. Sin embargo, ahora…

El recuerdo del tiempo irremediablemente pasado, puso una nota de tristeza en el semblante de mi abuelo e inmediatamente, llevándose la mano a la cintura, hizo ademán de levantarse y dijo a su interlocutor―: Excúseme don Matías, pero tengo necesidad de orinar.

―Vaya con toda libertad. Ya vendré a visitarle sin prisa en otra ocasión y me cuenta lo que hizo a los cuarenta, a los cincuenta o lo que desee, y pasamos un buen rato charlando de lo divino y de lo humano.

                                                                                     ...............................................

No hay comentarios:

Publicar un comentario