jueves, 1 de octubre de 2020

 


PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (71)

 

CAPÍTULO X

La Ambición

 

 

 

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A finales de mayo, Margarita recibió una carta de la Sección Femenina de Falange, donde se le indicaba que en el mes de julio debería incorporarse al castillo de la Mota, en Medina del Campo, para iniciar su prestación del “Servicio Social”. Aquella comunicación sirvió para que, con los preparativos, se fuera olvidando del asunto con Nacho y nuevas preocupaciones ocuparan su mente.

El impacto que causó en mi familia y en mí mismo el fallido noviazgo de mi hermana con Nacho, hizo que, a modo de reflexión dolorida, compusiera este ovillejo:

 

EL ENGAÑO

¿Quién puede herir la constancia?

Distancia.

¿Quién maltrata estando lejos?

Los celos.

¿Y quién causa desengaño?

Engaño.

 

Es conocido de antaño:

sobra toda conjetura,

de amores hacen ruptura,

distancia, celos o engaño.

 

En cuanto lo tuve terminado, se lo presenté a don Julián para que me diera su visto bueno, como hacía con todo lo que últimamente escribía.

Don Julián lo leyó con atención, y como solía hacer en ocasiones anteriores, alabó la composición. Sin embargo, esta vez no se deshizo en elogios, sino que me hizo sentar a su lado en el sofá, que ocupaba un lateral del cuarto donde me impartía clase. Alumbrados por una lámpara art decó, que perdía luminosidad a medida que la estancia se llenaba de humo, mi profesor reclinó la cabeza con la vista y el puro apuntando hacia el techo. Muy serio, me hizo reflexionar sobre mi futuro como poeta y los pasos que debía seguir si verdaderamente quería alcanzar la gloria con la que soñaba.

―Querido Álvaro ―comenzó diciendo―. Créeme que admiro tus composiciones y me agrada sobremanera la ilusión que demuestras al componerlas, pero ha llegado el momento de decirte que debes abandonar la forma actual por la que te guías y emprender un nuevo camino, que necesariamente ha de ser mucho más creativo. Hasta ahora has imitado a los grandes maestros de la poesía, como hacen los aspirantes a pintor, copiando cuadros de Goya o de Velázquez. Sabes bien que, aunque esas pinturas reproduzcan fielmente la obra de su autor, jamás podrán presentarse como propias ni podrán ocupar plaza en ningún museo. Más pronto que tarde, el artista debe dar el salto que le lleve a crear su propia obra. Para ti, ese momento ha llegado, y comprendo que no te será fácil abordar la empresa. ―Hizo una pausa y enderezó su postura para girar levemente la cabeza, mirarme fijamente a los ojos y continuar diciendo―: No debes preocuparte ni obsesionarte por esta circunstancia. En cualquier campo de la creación, incluido el mundo de la Ciencia, nadie parte desde cero. Existe un bagaje anterior que es el soporte sobre el que tenemos que construir y, a veces, sin poderlo evitar, copiamos en cierta medida de nuestros predecesores, pero las nuevas formas creadas, si aspiraran a la eternidad, deben tener el sello propio, la identidad de quien las rescató de la nada. Afortunadamente para ti, he visto que los modelos en los que te has inspirado han sido Machado, san Juan de la Cruz o Miguel Hernández, y has desestimado poetas de buena rima pero de dudoso interés poético, como Leandro Fernández de Moratín o Gabriel y Galán. Ahora tienes ante ti la ingente tarea de empaparte, entre otros, de todos los poetas del siglo de Oro, que son el pasado, así como los de la generación del 27, que son la actualidad sobre la que has de construir tu novedosa poesía: Alberti, Lorca, Salinas, Celaya, Guillén o Aleixandre son los más conocidos; algunos de ellos herederos de la inmensa sensibilidad de Juan Ramón Jiménez. Rebusca en bibliotecas la obra de autores no tan consagrados que, sin alcanzar la gloria de los anteriores, fueron capaces de crear una poesía auténtica, entre los que te cito a Fernando González Rodríguez, compañero mío y republicano, al igual que yo; pero sobre todos ellos, estudia la obra del dios emergente de la poesía actual: Pablo Neruda. Toma de cada uno de ellos lo mejor, y a partir de sus raíces, crece y evoluciona.

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3 comentarios:

  1. El viento está siempre soplando suavemente entre los papeles aunque no se vea, está.

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  2. Era tan suave el viento y me acariciaba con tanta dulzura, que perdí la noción del tiempo. Hoy, me parece despertar de un sueño.

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  3. Creo que ya habrás descubierto el nombre del desconocido

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