CAPÍTULO X
La Ambición
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A finales de mayo, Margarita recibió una carta de la Sección Femenina de
Falange, donde se le indicaba que en el mes de julio debería incorporarse al
castillo de la Mota, en Medina del Campo, para iniciar su prestación del
“Servicio Social”. Aquella comunicación sirvió para que, con los preparativos,
se fuera olvidando del asunto con Nacho y nuevas preocupaciones ocuparan su
mente.
El impacto que causó en mi familia y en mí mismo el fallido noviazgo de
mi hermana con Nacho, hizo que, a modo de reflexión dolorida, compusiera este
ovillejo:
EL ENGAÑO
¿Quién puede herir
la constancia?
Distancia.
¿Quién maltrata
estando lejos?
Los celos.
¿Y quién causa
desengaño?
Engaño.
Es conocido de
antaño:
sobra toda
conjetura,
de amores hacen
ruptura,
distancia, celos o
engaño.
En cuanto lo tuve terminado, se lo presenté a don Julián para que me
diera su visto bueno, como hacía con todo lo que últimamente escribía.
Don Julián lo leyó con atención, y como solía hacer en ocasiones
anteriores, alabó la composición. Sin embargo, esta vez no se deshizo en
elogios, sino que me hizo sentar a su lado en el sofá, que ocupaba un lateral
del cuarto donde me impartía clase. Alumbrados por una lámpara art decó, que
perdía luminosidad a medida que la estancia se llenaba de humo, mi profesor
reclinó la cabeza con la vista y el puro apuntando hacia el techo. Muy serio,
me hizo reflexionar sobre mi futuro como poeta y los pasos que debía seguir si
verdaderamente quería alcanzar la gloria con la que soñaba.
―Querido Álvaro ―comenzó diciendo―. Créeme que admiro tus composiciones
y me agrada sobremanera la ilusión que demuestras al componerlas, pero ha
llegado el momento de decirte que debes abandonar la forma actual por la que te
guías y emprender un nuevo camino, que necesariamente ha de ser mucho más
creativo. Hasta ahora has imitado a los grandes maestros de la poesía, como
hacen los aspirantes a pintor, copiando cuadros de Goya o de Velázquez. Sabes
bien que, aunque esas pinturas reproduzcan fielmente la obra de su autor, jamás
podrán presentarse como propias ni podrán ocupar plaza en ningún museo. Más
pronto que tarde, el artista debe dar el salto que le lleve a crear su propia
obra. Para ti, ese momento ha llegado, y comprendo que no te será fácil abordar
la empresa. ―Hizo una pausa y enderezó su postura para girar levemente la
cabeza, mirarme fijamente a los ojos y continuar diciendo―: No debes
preocuparte ni obsesionarte por esta circunstancia. En cualquier campo de la
creación, incluido el mundo de la Ciencia, nadie parte desde cero. Existe un
bagaje anterior que es el soporte sobre el que tenemos que construir y, a
veces, sin poderlo evitar, copiamos en cierta medida de nuestros predecesores,
pero las nuevas formas creadas, si aspiraran a la eternidad, deben tener el
sello propio, la identidad de quien las rescató de la nada. Afortunadamente
para ti, he visto que los modelos en los que te has inspirado han sido Machado,
san Juan de la Cruz o Miguel Hernández, y has desestimado poetas de buena rima
pero de dudoso interés poético, como Leandro Fernández de Moratín o Gabriel y
Galán. Ahora tienes ante ti la ingente tarea de empaparte, entre otros, de
todos los poetas del siglo de Oro, que son el pasado, así como los de la
generación del 27, que son la actualidad sobre la que has de construir tu
novedosa poesía: Alberti, Lorca, Salinas, Celaya, Guillén o Aleixandre son los
más conocidos; algunos de ellos herederos de la inmensa sensibilidad de Juan
Ramón Jiménez. Rebusca en bibliotecas la obra de autores no tan consagrados
que, sin alcanzar la gloria de los anteriores, fueron capaces de crear una
poesía auténtica, entre los que te cito a Fernando González Rodríguez, compañero
mío y republicano, al igual que yo; pero sobre todos ellos, estudia la obra del
dios emergente de la poesía actual: Pablo Neruda. Toma de cada uno de ellos lo
mejor, y a partir de sus raíces, crece y evoluciona.
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El viento está siempre soplando suavemente entre los papeles aunque no se vea, está.
ResponderEliminarEra tan suave el viento y me acariciaba con tanta dulzura, que perdí la noción del tiempo. Hoy, me parece despertar de un sueño.
ResponderEliminarCreo que ya habrás descubierto el nombre del desconocido
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