PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN
POETA" (78)
CAPÍTULO XI
La Tertulia
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Ya te he hablado en otra ocasión, refiriéndome a la poesía, de que es
necesaria la evolución para mejorar las formas conceptuales y estéticas. Del
mismo modo, el ser humano es un ente en continua evolución. Las formas externas
se deterioran, pero las intelectuales, trabajándolas, adquieren una mayor
consistencia o madurez. Y por tanto, el amor, que es un sentimiento, se
enaltece, rejuveneciendo el espíritu. No tengas por tanto ningún miedo a que tu
amor por Cécile pierda consistencia cuando no seáis tan jóvenes. Te confieso
que, en el momento actual, quiero más a Rosario que cuando nos conocimos en la
Facultad. Noto que mi amor por ella se ha ido incrementando desde entonces,
aunque algunas veces nos veas rezongar. ¿He aclarado tus dudas? ―me peguntó,
con el rostro dulcificado por su confesión.
―¡Sí! ¡Claro que sí! Muchas gracias don Julián por haberme atendido sin
que el asunto tuviera que ver con la poesía.
―En eso estás equivocado. El amor en el fondo es poesía, y la poesía no
se concibe sin amor. No dudes en preguntarme sobre cualquier asunto que te
inquiete, y te ruego que la próxima vez que me visites lo hagas acompañado de
tu musa. Como ya sabes el camino ―me dijo al despedirme, mientras acercaba a su
puro el fuego de una cerilla―, abre tú mismo la puerta. Hoy siento no
acompañarte; el reuma me tiene paralizadas las piernas.
Bajé las escaleras de dos en dos, aliviado por la respuesta recibida. Si
la vejez y sus consecuencias aumentaban el amor, no tenía por qué preocuparme
en el futuro acerca de esta cuestión, y pensé con cierta malicia que hoy, con
el dolor que el reuma producía en las piernas de don Julián, sería una buena
ocasión para que saboreara intensamente la atracción que sentía por su esposa.
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