domingo, 29 de enero de 2023

 POESÍA PARA TODOS

(Recordando a Gabriel Celaya)

 

 

 

La poesía es una ángel que me anima,

un demonio que me encadena,

un pálpito subyacente

de mi propia existencia

comprometido con todo,

ausente de nada,

limpio como día claro,

revolucionario y trasgresor,

vehemente y aguerrido,

dislocado por la traición

y encendido en la oscuridad

que oculta mis sueños.

 

Por eso he compuesto estos versos

pensando en los invidentes

de corazón, mezquinos y angélicos

compartiendo a un mismo tiempo,

la historia de su tiempo.

 

Ojalá recobren la ilusión

por las formas vivas,

aristas que rasgan las entrañas,

aunque el precio sea

morir en el intento

de descubrir la belleza.

 

Fotografía de José Mogarraz

 

 

 

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jueves, 26 de enero de 2023

 

PASAJES DE "CÉCILE. AMORÍOS Y MELANCOLÍAS DE UN JOVEN POETA" (92)

CAPÍTULO XII

La Tolerancia

 



 

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No hubo “Te Deum” de Charpentier ni ninguna otra melodía anunciadora cuando mi padre, ante la atenta mirada de mi madre, me hizo saber, en el salón donde acostumbraba a hacer los grandes pronunciamientos, la decisión que había tomado respecto a mi inmediato futuro:

―Después de considerar tu obstinada actitud y tu emperramiento en la alocada decisión de llegar a ser poeta, tu madre y yo hemos decidido que puedes seguir el camino emprendido. A partir de ahora tendrás vía libre para escribir cuanto quieras. Tan sólo te impongo una condición: tienes que ser el mejor. Recuerda que eres un González- Hontañera y que mis antepasados se revolverían en sus tumbas si no fueras capaz de igualar al menos al mismísimo Zorrilla. Como necesitarás preparación para alcanzar tan noble fin, tienes el paso expedito para que, a mi pesar, estudies Filosofía y Letras. En cuanto al veraneo ―continuó diciendo―, puedes quedarte en casa de tía Gertru. Nosotros este año nos iremos con tata Lola a pasar unos días de asueto en Cervera de Pisuerga. Creemos que sin la prole, nuestro descanso será mayor. Tal vez pueda prestar a tu madre la atención que merece y que, por motivos laborales, le he estado hurtando durante mucho tiempo. ¿No es así, Consuelo?

Mi madre asintió, y yo, aunque estaba advertido por Tinín del cambio de actitud paterna, me alegré infinito de que por fin se esfumaran las malas caras y las tiranteces pasadas. Para corresponder al discurso de mi progenitor de la forma que a él le gustaría escuchar, respondí muy serio:

―Gracias papá. Hoy siento mía la sangre heredada. Haré honor al apellido que llevo.

Fui hacia donde se encontraba y recibí un abrazo protocolario y unas palmaditas en mi espalda, que acusó el golpeteo de las huesudas manos de mi padre, tras lo cual, éste se retiró, quedándome la sensación de que, en vez de recibir el perdón, me había entregado el Despacho de alguna graduación militar.

Mi madre, por el contrario, me besó repetidamente mientras me decía:

–¿Ves, hijo, cómo con amor y comprensión se resuelven todos los problemas?

Al repasar la escena en mi cuarto, comprendí, por primera vez, que en mi casa, pese a parecer que se hacía la voluntad paterna, la que conducía sutilmente el devenir de las situaciones difíciles era mi madre. Era ella quien escribía los guiones que mi padre repetía fielmente al dictado. Era ella quien manejaba hábilmente los amorosos hilos que aplacaban los vociferantes aullidos hasta convertirlos en susurrantes balidos. Recordé entonces que en cierta ocasión encontré a don Julián y a doña Rosario totalmente encariñados, después de que el día anterior hubiera asistido, como improvisado espectador, a una pequeña discusión entre ellos. Don Julián pareció adivinar mi pensamiento y, guiñándome un ojo, me citó la estrofa final de “La Soledad Primera”, de Luis de Góngora: “A batallas de amor, campo de plumas”. Por el cambio radical operado en la conducta de mi padre, refrendado por la dulce mirada de mi madre, deduje que un hecho similar se había producido entre ellos.

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domingo, 22 de enero de 2023

 
 PASAJES DE "LAS LAMENTACIONES DE MI PRIMO JEREMÍAS" (92)


CAPÍTULO VI

El cursillo de verano

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 ―Como no hagas gimnasia ―me sugirió― no tienes nada que hacer con las mujeres. Ellas siempre quieren que el hombre esté cachas; es lo que más aprecian después del dinero. Esto me lo ha contado el tío Caparras que, a pesar de no catarlas, de mujeres entiende un montón. Yo creo que además del acarreo de piedras ―siguió diciendo― te voy a preparar un saco lleno de trigo para que lo subas y lo bajes unas cuantas veces al día. No sólo has de ser mi primo, sino también parecerlo ―sentenció.

Por expreso deseo de mi madre, casi siempre merendábamos en casa del abuelo. A ella le preocupaba la deficiente y monótona alimentación de Jeremías, y estaba convencida de que proporcionándole hidratos de carbono y proteínas a destajo, podría engrosar su escuálida figura. La invitación era un ejercicio de estudiada delicadeza, pues trataba por todos los medios no herir el orgullo de su sobrino. Tenía presente el consejo con el que ella misma aleccionaba a Margarita cuando, juntas, atendían en Valladolid a los pobres de la parroquia: «Una gran señora es aquella que sabe hacer de la limosna un regalo», y lo aplicaba haciendo creer a Jeremías que, aceptando media barra de pan con lo que fuera, la beneficiada era ella.

―Toma, Jeremías ―le decía―; prueba este bocadillo de sardinas en aceite, a ver si Tinín se fija en ti y aprende a comer deprisa otros alimentos que no sean jamón dulce o el dichoso chocolate.

Ni que decir tiene que Jeremías era un ejemplo inigualable engullendo las viandas a la vista del pequeño, con una velocidad endiablada.

La jornada continuaba dándonos una vuelta por el pueblo. Entrábamos en los bares para distraernos, observando el ambiente, esperando, según decía Jeremías, que al verme algún pariente nos invitara a cacahuetes o a tomar un refresco. Antes, mi primo se aseguraba de que su padre no estuviera «desahogándose» en la barra con el Entrepierna y el Veo Doble, bebiendo clarete a destajo hasta acabar existencias, porque el Mecagüen le tenía advertido: «¡Mecagüen… Sansón y el que la uva pisó! En la cantina, no te quiero ver ni en pintura. Como te sorprenda un día bebiendo: te eslomo. Con un borracho en casa es suficiente».

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jueves, 19 de enero de 2023

 

FÁBULA DE LA NUBE FATUA

 

 

El calor apretaba con fuerza y de manera inusual en los primeros días de junio. Los trigos, inclinando sus espigas, intentaban protegerse de una insolación que perjudicaba el tamaño de los granos. A su vez, las aguas del riachuelo parecían  correr más deprisa que de costumbre para desembocar cuanto antes en el río, a fin de que, inmersas en una mayor caudal, la probabilidad de evaporar sus moléculas de agua fuera a su vez menor.

Sin embargo, la evaporación era inevitable y tanto los cultivos como el riachuelo no conseguían retener la cantidad de agua que contenían y esta ascendía de manera sutil elevándose varios kilómetros por encima de la superficie terrestre.

Así fue como se formó una pequeña nube que iba engrosando su tamaño a medida que el astro rey continuaba con sus ardores calentando la sumisa tierra y su vegetación. En pocas horas, la nube adquirió un tamaño nada desdeñable y se balanceaba por los cielos segura de su poderío y de su continuo aumento de tamaño.

Descubrió, con gran contento por su parte, que era capaz de ensombrecer grandes extensiones de terreno y creyó ser como un dios con el privilegio de elegir qué zonas amparaba de los rayos solares y qué otras las sometía a una evaporación agobiante.

Al cabo de poco tiempo, al adquirir de la forma de una inmensa coliflor con una gama de blancos y grises espectaculares que hicieron oscurecer hasta la misma luz solar, se sintió más orgullosa todavía. Fue entonces, cuando sintió un frío repentino que sacudió su estructura a la vez que un zigzagueante rayo la atravesó de parte a parte produciendo el desmoronamiento de todo el vapor acumulado, que se precipitó sobre el suelo sin que pudiera retener los millones de gotas de agua que regaron abundantemente cuanto había bajo ella.

La nube vio, con desesperación, cómo se consumía en unos minutos. El arco iris y, después, un cielo totalmente azul certificaron su desaparición.

MORALEJA: Sé humilde y no presumas de lo que tienes, porque en poco tiempo puedes perderlo todo.

 

Fotografía de José García

 

 

 

domingo, 15 de enero de 2023

 

SENSACIONES

 

 

Vislumbro el mar ante mí

a un sueño justo de distancia,

un dorado amanecer

al mismo lado de la espera

y miles de pájaros alborotados

ocupando mi cabeza.

Un amor, tal vez, me esté esperando

cuando deje de girar la Tierra.

 

Soy rico en preguntas sin respuesta,

cuando el viento que  empuja mi velero

me adentra de lleno en la tormenta.

 

A veces intento redimirme

pero me falla la voz y la conciencia.

 

Un monstruo devora mis entrañas

cual un Goya pinta penas

mordisqueando la asadura que es de barro

cuando debiera ser de piedra.

 

En un imaginado cielo

dibujo mil estrellas

que raudas regresan a su mundo

de galaxias incompletas.

 

Os cuento esto porque he visto,

entre nubes de cristal y seda,

con dos cuchillos la Luna

de mirada traicionera.

 

Oh Dios, esta noche no quisiera

ensangrentado morirme

de tristeza, del dolor,

que al ver mi sangre, ninguno

sintiera duelo ni pena.

 

jueves, 12 de enero de 2023

 

HISTORIAS DEL AYER

 

 

El tiempo juega a favor de la memoria. La  endulza, eliminando las múltiples aristas que hicieron que, en su momento, los hechos no sucedieran de modo tan plácido como ahora los recordamos.

Flor era mi vecina del tercero. Me parecía toda una señora de edad cuando, seguramente, no habría alcanzado los cuarenta, pero para un niño de seis años esa es la impresión que dejó en mi intelecto. Siempre arreglada y pulcra, subía las escaleras acariciando el pasamanos, mientras la madera de la casa de finales del XIX, en que vivíamos, crujía armónicamente respondiendo a sus pisadas. Para todo el vecindario, la señorita Flor era una dama distinguida que sabía mantener a buen recaudo su trabajo, sus aficiones y sus amores. Algunos la habían visto salir de unas oficinas militares, lo que podía explicar, en aquellos convulsos años cincuenta, un nivel adquisitivo superior al de sus vecinos de escalera, concretado en una exquisita vestimenta y ese rastro de  delicado perfume con el que aromatizaba las entradas y salidas de nuestro portal.

Esta misteriosa señora debió de sentir alguna predilección por mis rizos rubios y mi frágil aspecto y un buen día pidió permiso a mis padres para que subiera a hacerle compañía. "No sé cuánto tiempo aguantará—apostilló mi, madre—. Es un niño inquieto y revoltoso". Flor me tomó de la mano y me introdujo en un piso abuhardillado en que el que, sin grandes lujos, todo rezumaba limpieza. Después cambiarse de ropa en una alcoba, apareció ante mí con una ceñida bata de seda y unas zapatillas a juego adornadas con unos graciosos pompones, Después, colocó un vinilo sobre el reluciente gramófono y una música atronadora invadió el espacio."No te tapes los oídos—me dijo con cariño—estás escuchando a Beethoven; Beethoven es lo más. Quien no ha escuchado a este compositor no puede hacerse una idea de lo que será vivir en el Paraíso". Pretextando un inexistente dolor de barriga, bajé corriendo las escaleras hasta alcanzar mi piso. Estaba asustado, siéndome imposible recordar el nombre de aquel músico de sonidos estridentes.

"Hoy vas a escuchar sonidos más suaves"—me dijo al día siguiente. Fue la primera vez que la señorita Flor supo captar mi atención, bailando con una imaginaria pareja, valses de Johann Strauss."Viena es una ciudad encantadora—me decía—Cuando seas mayor tienes que conocer Viena, si quieres saber qué es una ciudad de ensueño".

En días sucesivos era yo quien la esperaba a su vuelta del trabajo o quien subía a su casa sin previo aviso. Siempre se sentía feliz con mi compañía y siempre me deleitaba con música clásica acompañando las audiciones con pedagógicas y amenas charlas que se interrumpían cuando escuchábamos tres golpes y repique procedentes del llamador del portal.

"Tienes que marcharte, cariño mío, un señor viene a buscarme". Nunca llegué a saber el nombre de ese "señor" al que llegué a aborrecer por interrumpir momentos en los que me sentía feliz, y al que más tarde llegaría a odiar, cuando la señorita Flor, con el halo de misterio que la acompañaba siempre, se mudó a un lugar desconocido, dejándome como recuerdo un vinilo que contenía la música de la Marcha Radetzky.

Ahora, cuando la interpretan (generalmente al comenzar el año), siguiendo el compás, aplaudo con fuerza por mi querida señorita Flor que, desde el Cielo, se sentirá feliz por haberme iniciado a soñar, escuchando  Música Clásica.

 

Fotografía de David Dubnistkiy.

 

Marcha Radetzky : https://youtu.be/8xf2yK6mn14

 

 

 

jueves, 5 de enero de 2023

 

HAIKUS DEL COMIENZO INVERNAL

 

 

 

Mira la escarcha

cómo cubre los prados

y las cañadas.

 

Acero frío

son las gotas de lluvia

en estos días.

 

Noches oscuras

esperando que el alba

despierte antes.

 

Buscan los lobos

guarecerse en la cueva

con sus cachorros.

 

Por vez primera,

tras un Papa que muere,

no existe Cónclave.

 

 

Fotografía de Esteve Roca Casacuberta.