jueves, 19 de enero de 2023

 

FÁBULA DE LA NUBE FATUA

 

 

El calor apretaba con fuerza y de manera inusual en los primeros días de junio. Los trigos, inclinando sus espigas, intentaban protegerse de una insolación que perjudicaba el tamaño de los granos. A su vez, las aguas del riachuelo parecían  correr más deprisa que de costumbre para desembocar cuanto antes en el río, a fin de que, inmersas en una mayor caudal, la probabilidad de evaporar sus moléculas de agua fuera a su vez menor.

Sin embargo, la evaporación era inevitable y tanto los cultivos como el riachuelo no conseguían retener la cantidad de agua que contenían y esta ascendía de manera sutil elevándose varios kilómetros por encima de la superficie terrestre.

Así fue como se formó una pequeña nube que iba engrosando su tamaño a medida que el astro rey continuaba con sus ardores calentando la sumisa tierra y su vegetación. En pocas horas, la nube adquirió un tamaño nada desdeñable y se balanceaba por los cielos segura de su poderío y de su continuo aumento de tamaño.

Descubrió, con gran contento por su parte, que era capaz de ensombrecer grandes extensiones de terreno y creyó ser como un dios con el privilegio de elegir qué zonas amparaba de los rayos solares y qué otras las sometía a una evaporación agobiante.

Al cabo de poco tiempo, al adquirir de la forma de una inmensa coliflor con una gama de blancos y grises espectaculares que hicieron oscurecer hasta la misma luz solar, se sintió más orgullosa todavía. Fue entonces, cuando sintió un frío repentino que sacudió su estructura a la vez que un zigzagueante rayo la atravesó de parte a parte produciendo el desmoronamiento de todo el vapor acumulado, que se precipitó sobre el suelo sin que pudiera retener los millones de gotas de agua que regaron abundantemente cuanto había bajo ella.

La nube vio, con desesperación, cómo se consumía en unos minutos. El arco iris y, después, un cielo totalmente azul certificaron su desaparición.

MORALEJA: Sé humilde y no presumas de lo que tienes, porque en poco tiempo puedes perderlo todo.

 

Fotografía de José García

 

 

 

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