MANIQUÍES
(Obra
teatral en tres Actos)
ACTO PRIMERO
(En una Cafetería)
ERNESTO—
He venido en cuanto he podido, Santi. Parecías muy preocupado. He deducido que
algo gordo te estaba pasando; no es lógico que me cites con tanta prisa y en
horas de oficina. Ya me dirás...
SANTI—
Perdona si te ha sorprendido mi S.O.S., pero eres mi mejor amigo y recurro a ti
porque estoy pasando unos momentos muy malos.
ERNESTO—
¿Momentos malos? Pero si eres el prototipo de hombre feliz: juventud, trabajo,
novia. ¡Lo tienes todo! ¿Qué te ocurre?
SANTI—
Pues ocurre que a Mariví le ha salido una seria competidora. Ahora somos un
trío más que una pareja.
ERNESTO—
¡No me digas! ¡Pero si Mariví es una chica encantadora! ¿Has encontrado alguna
chica que la supere en cualidades?
SANTI—
En todas, no. Pero en elegancia, sí.
ERNESTO—
¿Quién es ella? ¿La conozco?
SANTI—
En realidad, no se trata exactamente de una chica, sino de una maniquí que me
sonríe cada tarde desde el escaparate de una tienda de moda.
ERNESTO—
Esto es una broma. ¿Cómo puede haberte encandilado una muñeca por muy
elegantemente que esté vestida? ¿Estás loco?
SANTI—
Eso pienso yo. Pero Mariví, a pesar de ser una buena chica no tiene gusto para
arreglarse. En cambio, la figura del escaparate, no sabes con qué elegancia
lleva la ropa, qué dulce mirada me dedica, con qué gracia coloca los brazos
sobre su talle. Creo que Mariví está mosqueada porque siempre que puedo hago
que nos detengamos en el escaparate y, viéndome tan interesado en contemplar
ropa femenina ya me lanza pullitas sobre mi masculinidad.
ERNESTO—
¡Pues sí que es un problema! ¿Y qué piensas hacer?
SANTI—
Para eso te he llamado. Dame alguna solución.
ERNESTO—
Lo único que se me ocurre es que sugieras a Mariví que adquiera la ropa que
lleva puesta la maniquí. Tal vez así...
ACTO SEGUNDO
(Ante la tienda de Moda)
LA
ENCARGADA— Chisss, chisss.
SANTI—
¿Es a mí?
LA
ENCARGADA— ¡Pues claro! He observado durante varios días, cómo se pasa buenos
ratos delante del escaparate, unas veces solo y otras acompañado de una bella
joven y quiero invitarle a que pase al interior de la tienda y me pregunte en
qué puedo complacerle.
SANTI—
Verá, yo... Es que estoy prendado de la maniquí. La encuentro que va vestida de
una forma exquisita.
LA
ENCARGADA— Muchas gracias, caballero. Intentamos vestir a nuestros maniquíes
con las últimas tendencias de la moda. Para ello no solo estudiamos revistas
especializadas, sino que nos fijamos en las preferencias que siguen las mujeres
de nuestra ciudad. La elegancia no radica exclusivamente en la ropa con que nos
vestimos, es una cualidad que algunas mujeres saben irradiar desde su interior.
SANTI—
Es muy interesante eso que me está diciendo.
LA
ENCARGADA— Y más interesante le resultará conocer que nos hemos fijado en la
elegancia que posee su acompañante. Como se detiene junto a usted tanto tiempo
frente al escaparate, su pose, su actitud y su serena mirada, nos parecen tan
elegantes, que la tomamos como referencia a la hora de presentar el escaparate.
Para nosotros, su acompañante es nuestro maniquí de referencia. ¡Enhorabuena!
SANTI—
Muchas gracias. La verdad es que no me había dado cuenta.
LA
ENCARGADA— Usted, caballero, lleva una maniquí a su lado. No obstante, si desea
adquirir alguna de nuestras prendas, le atenderemos con mucho gusto.
SANTI—
Descuide, ya nos pasaremos por aquí con más calma. Adiós y gracias.
TERCER ACTO
(En una cafetería, una semana después)
SANTI—
He querido citarte en el mismo lugar en que te conté mi problema, para darte la
satisfacción de decirte que ya está resuelto.
ERNESTO—
¡No sabes cómo me alegro! ¿Y en qué quedó la cosa?
SANTI—
Pues que ahora salgo de paseo con la maniquí.
ERNESTO—
¿Con la maniquí? Creo que necesitas ayuda psiquiátrica.
SANTI—
No te asustes. Ja, ja, ja. Es una broma. Resulta que Mariví es la maniquí en la
que se fijaban en la tienda para vestir a la maniquí del escaparate. Figúrate,
yo como un tonto ilusionado con una figura de plástico, cuando a mi lado tenía
toda la elegancia que un hombre puede desear.
ERNESTO—
Los encantos de una mujer siempre están en su interior.
SANTI—
Eso es cierto. A mí me ha costado descubrirlo, pero creo que he aprendido la
lección. ¿Lo celebramos?
ERNESTO—
Claro que sí. Esto merece un Ribera de crianza.
(El telón cae lentamente, mientras ambos amigos
alzan la copa)
FIN
Muy interesante experiencia, menos mal que al fin descubrió que lo que vale son los encantos que estan en su interior
ResponderEliminarNo se me ha ocurrido nada mejor para homenajear a todas la mujeres en el tan cercano 8M. Agradecido por tenerte como amiga, te felicito. Alie, y te envío un fuete abrazo.
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