FÁBULA DEL GORRINO EGOÍSTA
Los dueños de una dehesa, unos jóvenes emprendedores, habían puesto su
ilusión en conseguir que los cerdos que en el futuro pastarían en sus
encinares, fueran de la mejor calidad.
Para ello, inseminaron a una hembra ibérica, prolífica, con semen de un
ejemplar que poseía en su haber varios galardones. La operación resultó muy
costosa, pero pareció dar sus frutos cuando, al cabo del periodo de gestación,
catorce cerditos alegraron con sus agudos gruñidos el paritorio. La alegría
inicial dio paso a una amarga frustración. En una fría noche de invierno, se
interrumpió el suministro de corriente eléctrica y, con las bombillas
calefactoras apagadas, tan sólo dos crías machos sobrevivieron: uno parecía
fuerte; el otro, por el contrario, era seguramente el más débil y escuálido de
los nacidos. En vista de lo cual, los granjeros decidieron ponerles por nombre
"Mucho" y " Poco".
El
grandullón era un cerdito egoísta que mamaba todo lo que podía, impidiendo que
su hermano se alimentara. Tan sólo cuando "Mucho" se quedaba dormido,
"Poco" aprovechaba para saciar su hambre. No varió el comportamiento
de "Mucho" cuando llegó el tiempo de la montanera. "Mucho"
caminaba delante de su hermano barriendo con su hocico las bellotas que podrían
haber sustentado a ambos. Incluso, si observaba que "Poco" se detenía
al encontrar sustento, le golpeaba en sus flancos, impidiendo que se
alimentara.
Cierto día, se presentó un tratante en la finca,
y tras desestimar adquirir a "Poco", se interesó por los doscientos kilos
de "Mucho", al que condujo al matadero. Ya sin su hermano,
"Poco" empezó a engordar de manera sorprendente, convirtiéndose en un
cerdo con una inmejorable presencia, hasta el punto de que los granjeros
pensaron destinarle a semental, porque no en vano conservaba los genes de un
campeón. Así, mientras los jamones de "Mucho" eran contemplados en una charcutería en
espera de comprador, "Poco", al que cambiaron el nombre por
"Sultán" disfrutaba en la dehesa con abundante comida, rodeado de un
harén de admiradoras.
MORALEJA: El disfrute
del egoísta, es pasajero.
Ilustraciones de Manuel Malillos Rodríguez
Simpático y real. Felicidades
ResponderEliminar