EN EL MADRID DE LOS 60 (VI)
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Pensé en no contestar de inmediato a la espera de
poder relatar más detalles de mis aventuras literarias. Tumbado sobre la
cama hice planes sobre cómo invertiría
el dinero, aunque aún desconociera su importe y soñando despierto, me sentí
pleno de inspiración. Como si el destino estuviera de mi parte, llegó hasta mi
ventana la inconfundible voz de Berta canturreando una de sus canciones
favoritas mientras se disponía a colgar la ropa:
Entre los paisanos y los militares
me salen a diario novios a millares
como monigotes vienen tras de mí
y a todos los hago que bailen así
Cata-catapum,catapum pon candela
alza pa'rriba polichinela
cata-catapum, catapum, catapum
como los muñecos en el pim, pam, pum
Me asomé a la ventana, contemplando la soltura con que fijaba las prendas
en el tendedero y también la natural belleza de sus formas juveniles. De
repente, alzó la vista, y, al verme, se llevó instintivamente la mano al escote
del suéter intentando ocultar el busto de miradas extrañas.
—Cantas muy bien "El Polichinela"—dije para disminuir la tensión.
—Gracias, guapo—me contestó con una sonrisa complacida—pero por hoy se
acabó la función.
Y con evidente sofoco, se resguardó en la cocina sin que hubiera tendido
toda la colada.
Con la figura de Berta idealizada, compuse antes de que la señora Justina
me llamara para la cena, el siguiente poema:
BERTA
Te
espero en el remanso, bahía de mis sueños
en
donde el tiempo se consume lentamente
tejiendo
nubes de algodón que me ciegan
las
potencias del alma.
Mil
fantasías vuelan como plumas,
trayendo
y llevando la imagen de tu rostro
como
olas furtivas de la mar obsesionada
en
alcanzar la orilla, dejando entre rumores,
sabores
salinos de esperanza.
Tengo
por compañía el delirio
del
afán intenso, la codicia de poseer
lo
que ansío
a
la luz de la inefable ilusión.
El
deseo no encuentra descanso
ni
adormece el músculo vital
de
la mente anhelando,
junto
a tu presencia,
el
sosiego que me dará tu compañía.
Se
dilatan las horas, con el alba adormecida
en
la noche de los miedos ocultos
temiendo
no ser correspondido,
ahora
que creo escuchar el sonido de tus pasos.
En
tanto las flores me recuerden primaveras
esperaré
impaciente
el
encuentro que me ha de aportar, dulce Berta,
la luz y el candor
de
tu mirada.
Este
poema sí que contenía la esencia de mi pensamiento. Berta no era una mujer
concreta, ni tan siquiera una diosa, sino que simbolizaba todos mis anhelos de
poeta: el deseo de hallar el conjunto de versos perfectos, esos que
difícilmente pueden plasmarse con palabras de mortales, lo que perseguía y
esperaba y de lo que estaba convencido que algún día conseguiría alcanzar.
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