domingo, 17 de mayo de 2020


EN EL MADRID DE LOS 60 (VI)


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Pensé en no contestar de inmediato a la espera de poder relatar más detalles de mis aventuras literarias. Tumbado sobre la cama  hice planes sobre cómo invertiría el dinero, aunque aún desconociera su importe y soñando despierto, me sentí pleno de inspiración. Como si el destino estuviera de mi parte, llegó hasta mi ventana la inconfundible voz de Berta canturreando una de sus canciones favoritas mientras se disponía a colgar la ropa:

Entre los paisanos y los militares
me salen a diario novios a millares
como monigotes vienen tras de mí
y a todos los hago que bailen así

Cata-catapum,catapum pon candela
alza pa'rriba polichinela
cata-catapum, catapum, catapum
como los muñecos en el pim, pam, pum
 
Me asomé a la ventana, contemplando la soltura con que fijaba las prendas en el tendedero y también la natural belleza de sus formas juveniles. De repente, alzó la vista, y, al verme, se llevó instintivamente la mano al escote del suéter intentando ocultar el busto de miradas extrañas.

—Cantas muy bien "El Polichinela"—dije para disminuir la tensión.

—Gracias, guapo—me contestó con una sonrisa complacida—pero por hoy se acabó la función.

Y con evidente sofoco, se resguardó en la cocina sin que hubiera tendido toda la colada.
Con la figura de Berta idealizada, compuse antes de que la señora Justina me llamara para la cena, el siguiente poema:

BERTA

Te espero en el remanso, bahía de mis sueños
en donde el tiempo se consume lentamente
tejiendo nubes de algodón que me ciegan
las potencias del alma.

Mil fantasías vuelan como plumas,
trayendo y llevando la imagen de tu rostro
como olas furtivas de la mar obsesionada
en alcanzar la orilla, dejando entre rumores,
sabores salinos de esperanza.

Tengo por compañía el delirio
del afán intenso, la codicia de poseer
lo que ansío
a la luz de la inefable ilusión.

El deseo no encuentra descanso
ni adormece el músculo vital
de la mente anhelando,
junto a tu presencia,
el sosiego que me dará tu compañía.

Se dilatan las horas, con el alba adormecida
en la noche de los miedos ocultos
temiendo no ser correspondido,
ahora que creo escuchar el sonido de tus pasos.   

En tanto las flores me recuerden primaveras
esperaré impaciente
el encuentro que me ha de aportar, dulce Berta,
 la luz y el candor
de tu mirada.

Este poema sí que contenía la esencia de mi pensamiento. Berta no era una mujer concreta, ni tan siquiera una diosa, sino que simbolizaba todos mis anhelos de poeta: el deseo de hallar el conjunto de versos perfectos, esos que difícilmente pueden plasmarse con palabras de mortales, lo que perseguía y esperaba y de lo que estaba convencido que algún día conseguiría alcanzar.
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