PARÍS. OH, LÀ LÀ! (10)
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Gérad, no sé si deliberadamente.
Prefirió dejarnos solos. Los primeros momentos fueron de pocas palabras y de
una gran cantidad de miradas y tímidas sonrisas. Tras recorrer varias calle,
Giselle, me invitó a cruzar el Sena por Le Pont Neuf, la zona más romántica
deParís, según ella. En la Rue de Rivoli encontramos acomodo en “Chez Gastón·
una brasserie de altos vuelos, en la que presagiando el importe de la consumición
tomé únicamente soupe aux oignons y de postre pastel de tiramisú, pretextando
no tener apetito. Menos mal que mi compañera de mesa tomó una ensalada y café,
con la disculpa de mantener la figura; figura que pude observar con todo
detalle cuando al despojarse del abrigo contemplé su busto, perdiéndome durante
unos instantes, en las redondeadas formas que dibujaba el suéter de color crema
tostada, a juego con el gorrito de lana y el abrigo.
Durante el almuerzo, el
diálogo fue banal, centrándose en nuestras respectivas actividades.
—Estoy haciendo en La
Sorbona un curso sobre Literatura Clásica francesa—dije, mintiendo como un
bellaco—. Mi deseo es triunfar como poeta y París me parece una ciudad de gran
inspiración. De hecho, en los meses que llevo viviendo aquí, ya he compuesto
varios poemas.
—C'est merveilleux,
“Álvago”! Tal vez así podríamos comentar sobre la obra de Ronsard, Hugo, Balzac.
Dumas, Sastre, Proust…y sobre tu poesía.
—Te hablaré de quién
más te guste—dije, marcándome un farol—. Proust es uno de mis favoritos.
Mencioné a Marcel
Proust porque en Navidades, había adquirido En
busca del tiempo perdido, título
que, por cierto, sirvió de mofa a mi padre cuando vio que lo estaba leyendo—.
“Parece que lo has escrito tú”—. Se atrevió a decirme.
—¿Me mostrarás alguno
de tus poemas?—. Suplicó Giselle, adoptando un tono mimoso en su voz.
—No tengo
inconveniente, aunque no me gusta mostrar mi obra a cualquiera, Pero no te
preocupes, en ese apartado siempre hago excepciones con quien empatizo...
Giselle agradeció el
cumplido con una amplia sonrisa, momento que aproveché para pasar al
contraataque.
—Y tú ¿qué haces?
—Además de conocer tu
idioma, voy a una Academia de ballet, porque tengo la ilusión de pertenecer al
Ballet de la Ópera de París. Puede que en uno o dos años me permitan debutar
como figurante. Soy una aventajada alumna.
Desconocía cuál era su
dominio del ballet, pero en cuanto a belleza, elegancia y figura no cabía la
menor duda de que aventajaría a sus competidoras. ¡Quién sabe los sacrificios
que mi acompañante estaría haciendo para mantener un tipo tan escultural!
La ciudad se convirtió
en un hermoso cuadro de dorados amarillos que evolucionarían más tarde en
ocres, cuando abandonamos el local y caminamos en dirección a la Place de la Concorde e hicimos un buen
tramo de Les Champs Élysées.
En un momento determinado,
Guiselle se interesó por mis tendencias políticas.
—No quisiera ser
indiscreta, pero me gustaría saber con qué tendencia política te sientes más
identificado.
Respondí, imaginando lo
que siempre quise ser y nunca llegué a conseguir, pero de alguna manera debía
de impresionar con mis reducidos méritos a aquel monumento andante y el majestuoso
Paseo se prestaba a la grandiosidad de mis fabulaciones.
—Soy un poeta
revolucionario y opositor. En mis años de universitario cree un panfleto
llamado “La Reforma” en que de manera sistemática, criticaba a Franco, no por
dictador, sino por ostentar el poder. Para mí, el poder corrompe y siempre tomo
partido por el bando opositor. En Francia confraternizo con el centro izquierda
y, habitualmente, leo el periódico “Le Monde”.
Giselle guardó silencio
y por un momento pensé no haber coincidido con su pensamiento político, sin
embargo, unos pasos más adelante, se volvió hacia mí y me sorprendió besándome
la mejilla mientras me decía:
—.Je suis une révolutionnaire.
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