domingo, 30 de agosto de 2020




PARÍS. OH, LÀ LÀ! (10)



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Gérad, no sé si deliberadamente. Prefirió dejarnos solos. Los primeros momentos fueron de pocas palabras y de una gran cantidad de miradas y tímidas sonrisas. Tras recorrer varias calle, Giselle, me invitó a cruzar el Sena por Le Pont Neuf, la zona más romántica deParís, según ella. En la Rue de Rivoli encontramos acomodo en “Chez Gastón· una brasserie de altos vuelos, en la que presagiando el importe de la consumición tomé únicamente soupe aux oignons y de postre pastel de tiramisú, pretextando no tener apetito. Menos mal que mi compañera de mesa tomó una ensalada y café, con la disculpa de mantener la figura; figura que pude observar con todo detalle cuando al despojarse del abrigo contemplé su busto, perdiéndome durante unos instantes, en las redondeadas formas que dibujaba el suéter de color crema tostada, a juego con el gorrito de lana y el abrigo.

Durante el almuerzo, el diálogo fue banal, centrándose en nuestras respectivas actividades.

—Estoy haciendo en La Sorbona un curso sobre Literatura Clásica francesa—dije, mintiendo como un bellaco—. Mi deseo es triunfar como poeta y París me parece una ciudad de gran inspiración. De hecho, en los meses que llevo viviendo aquí, ya he compuesto varios poemas.

C'est merveilleux, “Álvago”! Tal vez así podríamos comentar sobre la obra de Ronsard, Hugo, Balzac. Dumas, Sastre, Proust…y sobre tu poesía.

—Te hablaré de quién más te guste—dije, marcándome un farol—. Proust es uno de mis favoritos.

Mencioné a Marcel Proust porque en Navidades, había adquirido En busca del tiempo perdido, título que, por cierto, sirvió de mofa a mi padre cuando vio que lo estaba leyendo—. “Parece que lo has escrito tú”—. Se atrevió a decirme.

—¿Me mostrarás alguno de tus poemas?—. Suplicó Giselle, adoptando un tono mimoso en su voz.

—No tengo inconveniente, aunque no me gusta mostrar mi obra a cualquiera, Pero no te preocupes, en ese apartado siempre hago excepciones con quien empatizo...

Giselle agradeció el cumplido con una amplia sonrisa, momento que aproveché para pasar al contraataque.

—Y tú ¿qué haces?

—Además de conocer tu idioma, voy a una Academia de ballet, porque tengo la ilusión de pertenecer al Ballet de la Ópera de París. Puede que en uno o dos años me permitan debutar como figurante. Soy una aventajada alumna.

Desconocía cuál era su dominio del ballet, pero en cuanto a belleza, elegancia y figura no cabía la menor duda de que aventajaría a sus competidoras. ¡Quién sabe los sacrificios que mi acompañante estaría haciendo para mantener un tipo tan escultural!

La ciudad se convirtió en un hermoso cuadro de dorados amarillos que evolucionarían más tarde en ocres, cuando abandonamos el local y caminamos en dirección a la Place de la Concorde e hicimos un buen tramo de Les Champs Élysées.

En un momento determinado, Guiselle se interesó por mis tendencias políticas.

—No quisiera ser indiscreta, pero me gustaría saber con qué tendencia política te sientes más identificado.

Respondí, imaginando lo que siempre quise ser y nunca llegué a conseguir, pero de alguna manera debía de impresionar con mis reducidos méritos a aquel monumento andante y el majestuoso Paseo se prestaba a la grandiosidad de mis fabulaciones.

—Soy un poeta revolucionario y opositor. En mis años de universitario cree un panfleto llamado “La Reforma” en que de manera sistemática, criticaba a Franco, no por dictador, sino por ostentar el poder. Para mí, el poder corrompe y siempre tomo partido por el bando opositor. En Francia confraternizo con el centro izquierda y, habitualmente, leo el periódico “Le Monde”.

Giselle guardó silencio y por un momento pensé no haber coincidido con su pensamiento político, sin embargo, unos pasos más adelante, se volvió hacia mí y me sorprendió besándome la mejilla mientras me decía:

—.Je suis une révolutionnaire
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