sábado, 21 de noviembre de 2020

 

SOSPECHAS INFUNDADAS



(Obra teatral en 3 Actos)

 

ACTO PRIMERO

(En la calle donde viven, se encuentran dos vecinas)

 

Susi—¿Qué tal, Carmela? Hace tiempo que no coincidimos por la escalera.

Carmela—Es verdad, chica. Con esto del confinamiento, apenas salgo de casa y sin querer, se van perdiendo las buenas costumbres como la de echar una parladica de vez en cuando.

Susi—Eso es cierto, y el caso es, que desde hace unos días, estaba deseando hablar contigo.

Carmela—¿Sí? Pues no sabes la alegría que me das. ¿Querías contarme algo en particular?

Susi—Pues sí, Carmela. A ti siempre te he considerado una amiga de confianza, muy discreta y con más experiencia de la vida que yo.

Carmela—Gracias, Susi. Ya sabes que en lo que pueda ayudarte... Pero cuenta, cuenta, ¿qué te sucede'

Susi—Se trata de mi marido.

Carmela—¡Los hombres! ¡Siempre los hombres! ¡Cuántos disgustos nos dan!

Susi—Pues sí. Carmela. Últimamente, estoy muy disgustada con Andrés. Se comporta conmigo de una manera muy extraña.

Carmela—¿Extraña, dices? Dime qué has notado y veré cómo te puedo aconsejar.

Susi—Se ha vuelto muy reservado, apenas me comenta cosas y cada vez llega más tarde del trabajo. A los niños no les hace ni caso y en la cama...¡ nada de nada! Tú ya me entiendes.

Carmela—¡Claro que te entiendo! Cómo no te voy a entender si a mi marido le pasaba lo mismo. Hasta que hace poco tiempo descubrí que se guaseapeaba con la secretaria.

Susi—¿Qué hiciste?

Carmela—Me puse hecha una fiera y le dije claramente que no era plato de segunda mesa. Que si quería más a la secretaria que a mí, que cogiera los bártulos y que se marchara de casa.

Susi—¿Te dio resultado?

Carmela—Ya lo creo. Ahora está como un guante y mucho más cariñoso que antes.

Susi— Pues haré yo lo mismo a ver qué pasa.

Carmela—No lo dejes para mañana. Cuanto más tiempo pase, más creciditos se sienten. Ya me contarás cómo ha ido la cosa. ¡Los hombres son unos sinvergüenzas!

Susi—Gracias, Carmela. Así lo haré.

 

ACTO SEGUNDO

(Tres días después, Susi va al piso de Carmela)

Carmela—Ya te estaba echando en falta. Estoy ansiosa por saber lo que pasó.

Susi—Cada vez estoy más convencida de que me engaña. Ayer descubrí varios pelos rubios en su chaqueta.

Carmela—Lo siento por ti, hija, pero eso es blanco y en botella. Le dirías algo, ¿no?

Susi—¡Naturalmente! Estaba más encendida que un basilisco y en cuanto llegó de trabajar, le exigí su teléfono para poder fisgarlo.

Carmela—¿Cuál fue su reacción?

Susi— Me dijo que ni hablar, que pertenecía a su intimidad.

Carmela—Malo, malo. No me gusta nada. Eso es que oculta algo. ¿Qué pasó después?

Susi—Me eché a llorar y le dije que tenía sospechas de que me estaba engañando con otra.

Carmela—¿Y él que te decía?

Susi—Juraba y perjuraba que no había otra mujer en su vida y que me estaba figurando cosas que no existían.

Carmela—Eso es lo típico que dicen los hombres cuando se ven acorralados. ¡Qué caradura!

Susi—Y tanto, Carmela. Le he dado tres días para que me dé una explicación y si no le he amenazado con el divorcio.

Carmela—¡Bien hecho! Hay que poner las cosas en claro y que estos hombres no se crean que todo el monte es orégano.

Susi—Ya te contaré por donde me sale.

Carmela—Que tengas suerte, Susi.

Susi—Gracias.

 

ACTO TERCERO

(Conversación de Susi y Andrés en la cama)

 

Andrés—He esperado a que los niños estuvieran acostados para tener contigo una conversación que a lo mejor no te va a gustar.

Susi (comenzando a llorar)—Supongo lo que me vas a decir. ¿Hay otra mujer en tu vida?

Andrés—No una, sino dos.

Susi (llorando)—¡Sinvergüenza! ¡Degenerado! Y yo sin enterarme de nada.

Andrés—No he querido decirte nada para no disgustarte, pero no es lo que tú piensas.

Susi(en un mar de lágrimas)—Siempre la mujer es la última en enterarse.

Andrés—Tranquilízate y déjame que te explique. Las dos mujeres de las que te hablo son la jefa y mi encargada.

Susi(con lloro entrecortado)—¡Qué majo! Así no tenías que desplazarte.

Andrés—Por favor, déjame que te explique. Un día me llamaron al despacho de Dirección y allí estaban las dos con gesto muy serio. Me dijeron que con la pandemia las ventas en la fábrica habían disminuido un montón y que estaban a punto de cerrar, salvo que nos reinventáramos y nos pusiéramos a fabricar muñecas para la Campaña de Navidad.

Susi(más sosegada)—¿Y qué dijiste?

Andrés—No me quedó otra que aceptar y echar más horas para hacerme con la nueva técnica. Además, me dieron un trabajo difícil. Soy el que pone pelo a las muñecas.

Susi—¿Son rubias?

Andrés—Claro, mi amor. ¿Cómo lo has adivinado?

Susi(cariñosa)—Nada, cielo. Intuición femenina. Pero otra vez me cuentas tus problemas y no me haces pasar tan malos días. Estaba muy celosa.

Andrés—Lo siento, cariño. Lo hice para que no sufrieras.

Susi (abrazando a su marido)—¿Sabes qué? Que no me importa que nos confinen en casa.

Andrés—A mí tampoco, Susi. Espero que otros catorce días, nos vendrían muy bien...

 

(Las luces de la habitación se apagan, mientras el telón cae lentamente)

 

FIN


 

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